Para Lena Yau su condición de migrante es más que una herramienta que expresa dos realidades, la venezolana y la española, como ambas experiencias están con frecuencia mezcladas, también escribir es el intento de ordenar el caos acuoso donde ella se halla suspendida. “Las historias de los inmigrantes se escriben sobre el agua, y el agua se borra”, me explicó una vez la autora nacida en Caracas en 1968, durante una entrevista: “Yo hice lo mismo que hicieron mis padres: caer en un lugar y dejarlo todo atrás. Cuando llegué a España tuve que reconstruirme para entender lo que soy y ese cisma personal me impedía hacer muchas cosas. Primero tenía que entender eso antes de poder escribir: que era una autora en suspensión”. Quizá por eso Lena Yau tiene tanto tiempo escribiendo pero se decidió a comenzar a publicar hace apenas dos años; primero tenía que recorrer y darle sentido al océano. Y Justo es ese proceso lo que muestra su escritura.
Por JOSÉ ANTONIO PARRA
El poemario de Lena Yau (Caracas, 1968), Lo que contó la mujer canalla (Kalathos Editorial, 2016), posee una poderosa mixtura de elementos elaborada con una gran depuración. Entre ellos tenemos distintas formas estilísticas, como el verso, la prosa y modalidades cercanas al caligrama. Asimismo, hay una multiplicidad de tonos que varían desde la melancolía y la nostalgia hasta algunos registros eróticos.
Uno de los aspectos más llamativos de la sazón lírica de Yau es su poética inscrita en registros atmosféricos de los años 90. Esta poeta, de algún modo, recrea vivencias y percepciones que se dieron por esos días.
Esta poesía presenta una gran profundidad que no se manifiesta mediante un discurso recargado, sino por el contrario con gran fluidez. La voz lírica deviene de modo desenvuelto y en una suerte de polifonía de estilos donde confluyen tiempos, emociones y recuerdos. En todo caso, ese rememorar apunta a la perspectiva que tiene la poeta de su tierra –Venezuela– desde la lejanía.
Hay una dimensión muy plástica al momento que la escritora recrea imágenes de su memoria y del país que ella habitó en su infancia y juventud. Ese es quizá uno de los grandes logros de este artefacto; confrontarnos con la memoria de lo que ya no es. En algunos momentos, las imágenes de este libro poseen una cualidad vertiginosa, con matices surreales y eróticos, tal y como ocurre cuando la poeta escribe: “(estas son cosas que le cuento al hombre que me colgó del cielo)”.