RESEÑAS

Lo que contó la mujer canalla de Lena Yau

Alberto Hernández, 9 de Noviembre 2016

Foto Alberto de Alberto H. Cobo – FILUC 2016

1.-Leer a Lena Yau es como cruzar un puente.

Como cruzar un océano o muchos mares. Desviar las tantas rutas para llegar a tierra firme, la tierra donde siguen sus huellas.

Lena Yau es un viaje permanente. Va de Europa a América. De América a Europa. De la Península Ibérica a las Islas Canarias. De las Islas Canarias a Francia. De Francia a Estados Unidos. De Praga a Madrid. Viaja y sueña.

De un sueño a otro. Pero siempre llega a su casa. Y así sus palabras.

Esta vez lo hace en un antiguo barco. Esta vez marca con un estilete la madera antigua de las cuadernas de un barco imaginado, el mismo barco ebrio de todos los poetas.

Esta vez navega desde una “Poética de carta y oficio” en la que abre siete puertas para seguir escribiendo.

Leer a Lena Yau, sus dos libros anteriores dados en mis manos: “Hormigas en la lengua” y “Trae tu espalda para hacer mi mesa”, ambos unidos en una suerte de revelación que se vierte novela y poesía, poesía y novela, ficción, realidad y metaficción, los sueños concurrentes, la alternancia de segmentos donde la mujer se despoja de todo adorno y se hace niña de nuevo y nos convida a hacer de su hacendoso afán el sabor de la vida, pero también el de los tropiezos.

Una escritura sinestésica donde participan todos los sentidos y se combinan. Que cambia de sitio y a veces de tono para ambientarse al espacio donde respira. Por eso viaja, es tornadiza en la medida de hacerse prosa o verso, silencio o verbalización del mismo silencio.

Un referente que hace que quien escriba sobre su obra, escriba como ella, en fragmentos, en alientos entrecortados, en largas respiraciones bajo el agua.

(ver la presentación completa)

Lo que contó la mujer canalla de Lena Yau como una poética de la migración

 

Puede leerse el desarraigo desde el optimismo. En el ensayo titulado “El extranjero”, el sociólogo estadounidense Richard Sennet intenta comprender la migración como algo opuesto a la pérdida: como un proceso de adición con sus propias formas y posibilidades que permite al desplazado comprender la sociedad que ha abandonado tanto como esa donde intenta asimilarse. Pensé en el ensayo del director fundador del New York Institute for the Humanities cuando leí el poemario más reciente de Lena Yau. Lo que contó la mujer canalla otorga la misma función creativa a la escritura migrante: leer a la cultura que quiere asimilarse con las estructuras de la cultura propia y, en un proceso inverso, interpretar a la cultura que se ha dejado a atrás con los códigos de la que intentamos adquirir. Pero, ¿para qué habríamos de emprender este recorrido de ida y vuelta? Porque en ese lugar, en esa isla que flota en el océano caótico de significantes, se erige la capacidad de asombro de la autora y el trabajo de resignificación que emprende en su escritura.

Para Lena Yau su condición de migrante es más que una herramienta que expresa dos realidades, la venezolana y la española, como ambas experiencias están con frecuencia mezcladas, también escribir es el intento de ordenar el caos acuoso donde ella se halla suspendida. “Las historias de los inmigrantes se escriben sobre el agua, y el agua se borra”, me explicó una vez la autora nacida en Caracas en 1968, durante una entrevista: “Yo hice lo mismo que hicieron mis padres: caer en un lugar y dejarlo todo atrás. Cuando llegué a España tuve que reconstruirme para entender lo que soy y ese cisma personal me impedía hacer muchas cosas. Primero tenía que entender eso antes de poder escribir: que era una autora en suspensión”. Quizá por eso Lena Yau tiene tanto tiempo escribiendo pero se decidió a comenzar a publicar hace apenas dos años; primero tenía que recorrer y darle sentido al océano. Y Justo es ese proceso lo que muestra su escritura.

(ver la reseña completa en Colofón Literario)

 

 

 

 La Paciencia: En relación a la poesía de Lena Yau

Por JOSÉ ANTONIO PARRA

El poemario de Lena Yau (Caracas, 1968), Lo que contó la mujer canalla (Kalathos Editorial, 2016), posee una poderosa mixtura de elementos elaborada con una gran depuración. Entre ellos tenemos distintas formas estilísticas, como el verso, la prosa y modalidades cercanas al caligrama. Asimismo, hay una multiplicidad de tonos que varían desde la melancolía y la nostalgia hasta algunos registros eróticos.

Uno de los aspectos más llamativos de la sazón lírica de Yau es su poética inscrita en registros atmosféricos de los años 90. Esta poeta, de algún modo, recrea vivencias y percepciones que se dieron por esos días.

Esta poesía presenta una gran profundidad que no se manifiesta mediante un discurso recargado, sino por el contrario con gran fluidez. La voz lírica deviene de modo desenvuelto y en una suerte de polifonía de estilos donde confluyen tiempos, emociones y recuerdos. En todo caso, ese rememorar apunta a la perspectiva que tiene la poeta de su tierra –Venezuela– desde la lejanía.

Foto de Vasco Szinetar

Hay una dimensión muy plástica al momento que la escritora recrea imágenes de su memoria y del país que ella habitó en su infancia y juventud. Ese es quizá uno de los grandes logros de este artefacto; confrontarnos con la memoria de lo que ya no es. En algunos momentos, las imágenes de este libro poseen una cualidad vertiginosa, con matices surreales y eróticos, tal y como ocurre cuando la poeta escribe: “(estas son cosas que le cuento al hombre que me colgó del cielo)”.

(Ver la reseña completa en El Nacional)