La fotógrafa Marienna García-Gallo (Caracas, 1979) y la escritora Lena Yau (Caracas, 1968) empezaron un diálogo de imagen y palabra durante el confinamiento en España. Abre las imágenes para leer el texto que las acompaña.
Foto: Marienna García-Gallo
En este encierro la lluvia nos cambia de otra manera. Preguntarnos por qué el ojo deja de ver cuando tiene todo garantizado sin saber que lo puede perder.
La ansiedad del encierro es circular y ascendente. Un aro de aire se multiplica y llena por completo la cavidad torácica dejando un espacio mínimo a la reacción. El impulso interrumpe mis sueños y me levanta de golpe. En mi mente, una frase: busca la ventana.
Busqué la ventana, busqué un libro, busqué mi libreta cian con puntos dorados, escribí en automático. En las líneas del desbordamiento encontré el camino de regreso a la serenidad.
Tengo un patio interno. Veo las ventanas de mis vecinos. Sus tendederos. Los veo a ellos. Nos hablamos poco. O casi nunca. Lena también tiene un patio interno. Y también tiene vecinos con quien poco habla. Lena usa su terraza. Le gusta su pinar.
Isla Oniria me llevó a una playa larga, oceánica y virgen junto a un macizo que recuerda a una ola de piedra. El risco estaba vestido de un bosque lluvioso y tupido. Si las palabras y las miradas se alían, no hay mundos inhóspitos Escribir imágenes, fotografiar escrituras, dar salida a universos en el que lo frondoso y lo árido se rozan, conviven, crecen.
Olvidé hablarte de las salinas que se comunican entre islas y penínsulas.Y de cómo un espejo de sal se hizo hielo para quebrarse bajo el peso de un nombre. Te lo contaré en ventana de lluvia y tina, de luna y llama. Quedan días para llenar este pasillo de instantes y voces.
Algodón de azúcar. Animales en libertad. Muselina al vuelo. Explosión de talco. Nieve de lejos. Estopa rosanaranja. Un ogro arrepentido. La sombra del hombre que cuelga. Marienna escribe con los ojos. Sus ojos de niña saben dónde quedan los poemas. Una cita de Bachelard: un exceso de infancia es el germen de un poema.
Desde ayer no dejan de sonar las ambulancias. Pero cada día menos es un día más Me encontré con esta semilla. Le expliqué a Arena, que había subido 8 pisos volando hasta llegar ahí. Buscábamos al bicho. Y en cambio, encontramos vida. La vida aguarda, la vida insiste, la vida es.
El duelo-capricho por la A. Se nos enreda el amor en el tañido. No hay edad para el desprendimiento. Las A son nuestras prolongaciones. Nuestro cuerpo satélite. El cordón invisible nunca se rompe.