A partir de lo que es nuestra auténtica patria, la infancia, hay que entender dos estupendos debuts literarios: Lena Yau con su novela ‘Hormigas en la lengua’ y el libro de relatos ‘El cuerpo secreto’ , de Mariana Torres. Una nueva entrega de ‘Area de Descanso’ para avituallarse de vitaminas para el alma.
Ahora que se habla tanto de la reforma de la Constitución, creo que como en la de Estados Unidos se podría incluir un artículo en el preámbulo en el que se afirmase el derecho a ser feliz, al menos durante la infancia. Los hombres mueren y no son felices, decía Albert Camus, y a veces la infelicidad se gesta en nuestra niñez, donde reside nuestra verdadera patria y en la que quedan amarrados gran parte de nuestros sueños. En otras ocasiones ocurre al revés y es al abandonar la infancia cuando dejamos de lado un paraíso que nunca recuperaremos, un tiempo perdido. En cualquier caso, la infancia siempre es un terreno fértil para los escritores, un lugar al que vuelven una y otra vez, si es que alguna vez lo abandonan del todo. Le ocurre a Camus con El primer hombre, por ejemplo, novela inacabada y luminosa, la más honda del autor argelino y que sitúo en lo más alto de mi particular panteón literario.
La infancia es precisamente el punto de partida de dos debuts literarios, el de Lena Yau (Caracas, 1968), que publica su primera novela, Hormigas en la lengua (Sudaquia), y el de Mariana Torres (Angra dos Reis, Brasil, 1981), con los relatos que integran El cuerpo secreto (Páginas de Espuma), su primer libro.
Hormigas en la lengua es una novela fragmentaria en la que se mezclan con gran equilibrio personajes, narraciones, poemas, correos electrónicos, recetas de cocina. De hecho, la cocina vertebra esta novela divertida y triste de Lena Yau, pero no como un recurso edulcorado del espacio femenino al modo de Isabel Allende, por ejemplo, sino como una reivindicación y un acto de rebeldía. Entre otros personajes, Hormigas en la lengua nos cuenta la historia de Pino y de Douglis, dos niñas procedentes de distintos estratos sociales que coinciden en un colegio elitista de monjas. Por razones distintas, las dos niñas se sienten solas, distintas, excluidas, habitantes de un mundo de apariencias. Y como el hueso del can que acerca por primera vez a los dos amantes del famoso relato de Chéjov, La dama del perrito, la comida se convierte en la historia de Yau en el hueso que une a las dos niñas, la que da pie a su amistad. Novela cosmopolita y abierta, en Hormigas en la lengua se reivindica al individuo por encima de las definiciones sociales. Yau nos ofrece un apetecible manjar literario, una fusión entre un buen guiso de lentejas y las texturas de Ferrán Adriá.
El cuerpo secreto no es solo el título del primer libro de Mariana Torres sino que casi podríamos verlo como una declaración de la poética que tiene su autora respecto al relato corto, según sus propias palabras. “La expresión del cuerpo secreto o el cuerpo sutil, esa parte de uno mismo que no conoce de manera directa. Que no entiende o comprende”, afirma Torres. Y creo que es cierto porque los cuentos de este sugerente libro son una indagación, una búsqueda de esa parte del alma que solo podemos encontrar en nuestro cuerpo, en el fiel compañero que nos acompaña desde el nacimiento a la muerte. A veces el cuerpo duele, nos daña, nos envuelve en un corsé del que intentamos escapar. Y es ahí donde los cuentos de Torres iluminan una posible vía de escape, de socorro. Frente al dolor, la literatura se convierte en un lenitivo, una mano que restaña las heridas del tiempo.
La infancia es la edad de la inocencia, cuando miramos al mundo con los ojos abiertos y lo percibimos con una frescura que enseguida perdemos. Pero también es el momento de nuestra vida en el que la crueldad es más intolerable. Las relaciones familiares, los amigos, la lucha por ser visto por los demás, tan importante cuando uno es un niño, son algunos de los temas de estos cuentos en los que no siempre se cuenta una historia. Caminan a buen paso entre la realidad y el sueño y tienen la capacidad de envolver al lector en un mundo onírico y personal en el que enseguida se reconocerá. Sin duda la creación de atmósferas es una de las virtudes de estos relatos en los que se alternan pequeñas piezas con otras de más largo aliento. De entre los 34 relatos, destacaría, entre otros, El otro lado, Estrella caída, Escarcha, Árbol monstruo, niño árbol, El corsé y la niña, Terrario, El otro, En la cuerda floja o Todo tan blanco. Un estupendo debut.