Un libro para chuparse los dedos
El Instituto Cervantes publica «El sabor de eñe. Glosario de gastronomía y literatura»: puchero a la hispanoamericana
Manjares y cocineros
Vayamos primero con las viandas. Alboronía (Colombia); frijoles refritos (México); marraqueta (Chile); sardinas asadas (España); tamal (Cuba); torrejita (Panamá); arroz con habichuelas (Puerto Rico); cocidito madrileño (España); guiso de fideos (Paraguay); tacacho con cecina (Perú); frutabomba (Cuba); zumo de carambola (Bolivia). Y pasemos, después de reposar las ambrosías, con la lista de chefs: Mario Vargas Llosa (tacacho con cecina); Gabriel García Márquez (alboronía); Eliseo Alberto (frutabomba); Alfredo Bryce Echenique (chicha morada); Almudena Grandes(ensaimada); Fernando Iwasaki (cebiche); César Aira (bife); Manuel Longares (bartolillos); Ángeles Mastretta (chiles en nogada); Edmundo Paz Soldán (sándwich de chola); Santiago Roncagliolo (suspiro a la limeña); Antonio Skármeta (pebre); Elena Poniatowska (enchilada); Laura Restrepo (buñuelo); y Manuel Vilas (tortilla de patata), entre otros.
El glosario gastronómico ha corrido a cargo de Juan Manuel Ruiz Curcho, en tanto que la asesora gastronómica ha sido Charo Zarzalejos y la literaria de Lena Yau. La propia Lena despliega ante nosotros el mantel y pone la mesa de este sabrosísimo libro: «Formar parte del equipo que trabajó en este Glosario (que me gusta apellidar Golosario) fue divertido, costoso, trabajoso pero sobre todo gratificante. Había que rastrear referencias gastronómicas en obras de ficción observando tres características: textos escritos en español, platillos propios de la gastronomía del país de origen del escritor y autores vivos. Paralelamente se buscaron las recetas. Se escogieron las más apegadas al plato real y para ello se consultaron recetarios tradicionales. Las referencias incluyen todas las etapas de un banquete: bebidas, entrantes, principales y postres.
«Una buena comida conjuga prosa, poesía y ensayo»
Nuestra Santa Teresa lo tenía claro cuando decía que Dios también está entre los fogones. Hora es de añadir que sin duda la literatura hispanoamericana también lo está. «Está en la lengua-corrobora Yau-. Que nos permite pronunciar cosas deliciosas para luego probarlas, luego describirlas y finalmente, por nostalgia del placer que fue, reproducirlas. En la cocina y en el papel. Los viajes entre entre España e Hispanoamérica han sido incesantes. Viaje físico, viaje psicológico o viaje emocional, la maleta siempre es la lengua. Y dentro de ella el equipaje es el mismo: saberes y sabores sustentados en el papel y en la memoria».
Pasado y engullidos los entrantes, vayamos con los segundos. ¿Una buena comida es prosa o es poesía? «Yo creo que una buena comida conjuga prosa, poesía, ensayo -continúa Lena Yau-. Un banquete es prosa porque hay un orden sucesivo, acontecen los entrantes, siguen los segundos, rematan los postres, epilogan el café, la copa y el puro. Y las migajas sobre el mantel son apostillas. Pero cada plato encierra una historia independiente, una receta heredada (o hurtada a una suegra egoísta), un sabor que odiábamos de niños y que aprendimos a amar a partir de algo. Y lo que sucede secretamente en el paladar de cada comensal, es poesía».
La historia se come
Cervantes y los duelos y quebrantos, Góngora y su morcilla… esta tradición culinario-literaria parece que viene de lejos. «La comida está presente en la literatura desde tiempos inmemoriales. En textos religiosos, épicos como La Iliada y sus hecatombes, textos fundacionales, en los que la cosmogonía gira alrededor de un alimento, como el maíz en el Popol Vuh , , las crónicas de Indias, diarios de navegantes, botánicos y naturalistas, la literatura caballeresca y sus filtros amorosos, la picaresca española en la que el hilo de la historia siempre es la búsqueda para saciar el hambre, los cuadros de costumbres que incluyen bodegones, la novela policial en la que la ingesta está asociada a veneno, intriga, política, poder y erotismo, la novela histórica en cuyas páginas los alimentos enmarcan una época determinada, las memorias, autobiografías y biografías que describen los gustos y placeres personales, la literatura pop que habla de lo que come una soltera que intenta adelgazar entre subibajas emocionales, los recetarios novelados, en los que la preparación de un plato es el pretexto para narrar.
Sin olvidar al Quijote, un libro en el que la comida funciona como paisaje histórico, como motor accional, como escudo filosófico y como herramienta que conforma a los personajes». Esta edición no venal de 1.500 ejemplares se va a distribuir por la red de centros del Instituto Cervantes, en los que ya se están celebrando numerosas actividades relacionadas con la gastronomía y la cocina como elementos representativos de la cultura hispánica. También hay que reseñar que este Glosario se cierra con tres ensayos gastronómico-literarios de Jorge Eduardo Benavides Hipólito G. Navarro y Nuria Barrios.